Mi depresión y nuestra salud mental

 

 

“El combate por nuestros derechos y futuros es aquí y ahora. No hay salud mental desligada de una nueva economía, un nuevo modo de vivir y de morir, una nueva alternativa política.”
(Emiliano Exposto, 2021)

 

Las últimas semanas (o meses ya) han sido difíciles. No lo voy a ocultar más porque sé que para muchxs de ustedes también lo han sido y porque romantizar que todo es felicidad siempre no solo es falso, sino que es producto de la educación capitalista que nos hace creer que solo somos “productivxs” o “aptxs” cuando estamos felices. Pero también en la incomodidad y en la tristeza puede haber amor, incluso puede haber calma y momentos de dicha.

Hablar de salud mental es todo un tema abundante y complejo de acuerdo con cada persona, contexto y particularidades, pero a grandes rasgos yo les cuento que la mía se siente rara para ser descrita. Me siento muy triste y al mismo tiempo ecuánime y realista, con todo lo que eso implica porque la realidad está llena de problemas pequeños y graves por donde se le mire.

Si tuviera que resumir en palabras clave las últimas semanas diría: brutalidad policíaca, sin hogar, abuso patriarcal, cancelación, Covid 19, crisis de ansiedad, crisis de pánico, juntas de gobierno por mi seguridad, depresión, antidepresivos (no fármaco dependientes ni testeados en animales), inapetencia, agotamiento, familia, hogar, terapia, demasiado trabajo, se metieron a robar a mi casa 🚐, persecución policíaca, ministerio público.

Y aunque podría ahondar en todo lo que pasó, este párrafo anterior es sólo un conjunto de pinceladas para que se hagan un retrato borroso de lo que he vivido en últimas fechas. Pero sí me quiero quedar solo con algo de la última parte para reflexionar.

El miércoles pasado, en Tepoztlán, Morelos, se metieron a nuestra casa y nos robaron. No sólo nos robaron cosas valiosas que necesitamos, si no las obras de Ufo (mi pareja) y todos sus materiales de arte. Pero también se robaron el último rayito de esperanza que significaba vivir momentáneamente en un rinconcito del bosque en Morelos.

Si me conocen, saben que la esperanza es un valor con el que no convivo acríticamente, de hecho es un valor al que no le hago espacio normalmente. No solo porque ser radicalmente realista me indica que la esperanza es contra intuitiva, sino porque la entiendo como a la religión, de esas en las que vives con ilusiones: esperas que te ayude a cambiarlo todo mientras te sientas a esperar que dios o la mágica esperanza llegue, y eso no sólo significa perder la agencia (el poder individual para incidir) sino creer en cuentos de hadas mientras a nuestro alrededor todo pasa, nos pasa y les pasa a lxs demás. No tener esperanza no es algo malo, implica tomar el volante sin esperar por el futuro. Sin esperanza hay una agencia política en la urgencia y resolvemos los problemas que de otro modo solo esperamos que desaparezcan o aminoren. Pero en fin… Los ladrones se llevaron mi rayito de ilusión (esperanza).

También si tienen tiempo por aquí, en mi comunidad, sabrán que los robos, como tal, no me hacen sentir enojo con los ladrones*, pues al final, los ladrones no son más que animales como cualquier otro con curiosidad y necesidades. Me recuerdan a cuando unxs venadxs🦌 en la sierra de Durango nos robaron bolsas de maíz palomero, de harina de maíz y de trigo, y la verdad solo me dio risa y deseé haberles visto in fraganti. Con lxs humanxs no hay diferencia, para mí. Por mucho que lxs humanxs quieran separarse de lxs demás animales y creer que nosotrxs somos “lxs superiores” o lxs que tienen “malicia”, la verdad no es así y cualquier pensamiento sobre cómo nuestras cualidades y defectos son por nuestra humanidad y no por nuestra animalidad son especistas e incluso también colonialistas desde la visión de que “la humanidad” es todo aquello civilizado y masculinizado desde la imposición blanca.

Así que lxs ladrones en particular no me generan enojo. Hay comprensión y compasión. Pero también hay comprensión y compasión para mí misma: que estoy tan agotada, tan mangoneada por la vulnerabilidad social en un país donde es norma que te roben y que las autoridades (hasta las pocas que sí quieren ayudar) no sirvan para mejorar la situación, de hecho la empeoran.

Cuando inicié terapia psicológica semanas atrás fue justamente porque siento mis condicionantes sociales como muy limitantes ya. Fue poco después de escribir el artículo Vivir en los márgenes. De cómo abandoné el doctorado y elegí el exilio, en el que les contaba sobre mi experiencia viviendo en los márgenes.

Inicié terapia porque sentí la necesidad de hablar de mis experiencias y emociones sin tener que resignificarlas para convertirlas en ejemplos inspiradores, ni matizarlas para que sean aptas para todo público, ni ocultarlas porque incomodan, sobre todo porque identifico al 100% de mis malestares como sociales, es decir, tienen que ver con la violencia sistémica que enfrentamos todxs, unxs más que otrxs, y francamente, yo también siento desesperación y necesito llorar cuando lo siento y no sólo hacer análisis sociológico y gestión emocional de todo.

Inicié terapia porque temía que pasara algo más, algo como lo que ha pasado ahora con el robo, porque temía que de suceder me encontrara sintiéndome completamente despojada de la pizca de seguridad que me quedaba y créanme, como nómada, no es como que mis estándares de seguridad sean muy altos ni normativos.

Y pues sí, sí me siento despojada tras el robo. Pero además me siento sin casa. Porque aunque mi casa, mi caracol, mi nido de amor, mi Vera 🚐, sigue aquí y nosotrxs (🧔🏽👩🏽‍🦱🐩) en ella, siento que ya no se me ocurren lugares seguros para vivir en mi casa, porque México es la nación de los talamontes, policías abusivos, militares violadores, ganaderos, narcos, vecinxs clasistas, la sequía, los misóginos y la tercera o cuarta potencia mundial de matones de activistas.

Inicié terapia porque no quiero solo desembuchar mis emociones sin el consentimiento de quienes las leen o escuchan, aunque sean mis seres cercanxs, porque sé que también tienen un peso en ellxs (en ustedes) asumir que hoy por hoy, y desde hace una temporada, Poli no la está pasando bien.

Y sólo por si se lo preguntan: sí, todas estas emociones y situaciones cohabitan con mi práctica de meditación diaria, de ascetismo yogui y filantropía. Yo sigo viviendo en el amor y creando calma, porque estos estados viven en mí, el problema es que frecuentemente desaparece la calma en cuanto abro los ojos y miro el mundo humano que me rodea, tan contradictorio e hiriente.

Mis emociones no son mi responsabilidad. Mi vulnerabilidad no es mi responsabilidad. Mi  salud mental y mi sanación no es mi responsabilidad. Tampoco lo son para ti. Creer lo contrario es hacer apología de la violencia y capitalizar desde el individualismo la salud mental, sin responsabilizar a la sociedad por sus constantes y variados ejercicios opresivos. Podemos estar “trabajando” todo el tiempo en nosotrxs mismxs y esforzarnos muchísimo, a diario y aún así no es suficiente para vivir dignamente en este sistema. Nosotrxs no tendríamos que esforzarnos tantisimísimo a nivel individual para estar “bien” cuando claramente son las condiciones sociales las que nos han enfermado en primer lugar.

Además está el hecho de que, como una Persona Altamente Sensible, yo no sé hacer como que no pasa nada y tampoco quiero aprender a hacerlo, ser consciente y estar informada es vital para mí. Pero sí me agobia que hoy por hoy mis estrategias “para estar bien” ya no me alcanzan y lo que sí me sigue alcanzando es la marginación.

La salud mental es una construcción colectiva y cuando la comunidad falla, cuando la sociedad falla, lxs individuos sufrimos los daños. Sufrir depresión o cualquier otra condición mental no es un asunto aislado a tu experiencia, ni de tus emociones ni de los químicos de tu cerebro, tiene mucho más que ver con nuestros contextos que con cualquier otro factor. Pero nos hacen creer que es al revés: que la individualidad es la que nos lleva a la “locura”.

Aunque ¿qué tanto es locura en una sociedad donde la mayoría sufrimos ansiedad, enfermedad y vulnerabilidad? la normalidad, en realidad, es estar enfermxs mentalmente, pero nos creemos el estigma social sobre la salud mental, a pesar de que es ilógico pensar que si te duelen las articulaciones estás enfermx y no es motivo de vergüenza, pero si te duelen las emociones estás enfermx pero sí es vergonzoso y mejor no le dices a nadie, ni siquiera lo aceptas para ti.

La sociedad nos está fallando. El sistema social nos está enfermando a todxs y nos exige herramientas de autocuidado en lugar de propiciar contextos saludables.

Y bueno, al menos desde mi proceso de depresión, puedo decir que también hay momentos de profundo agradecimiento. Yo no he dejado de sentirme agradecida con sus palabras y su acompañamiento y además agradecida profundamente por tenerme y ser tan buena amiga de mí misma. Estoy agradecida por mucho. Porque además, con casualidades o no, el robo llegó el mismo día que yo estaba leyendo sus comentarios de apoyo por otra situación particular de violencia, así que me sentí acompañada, aunque ustedes no sabían qué estaba pasando ni que me estaban acompañando. 🫂 💙

Esta no es la primera vez en mi vida que paso por un proceso de depresión. Pero sí es la primera vez que lo nombro y que lo comparto con mis allegadxs y comunidad. Además, esta vez tengo claro que mi depresión se debe a la norma social y a mi profunda capacidad de amar y sentir compasión, porque si la sociedad no nos oprimiera constantemente y si a mí no me importara (porque sencillamente no amara) a mí no me dolería tanto todo.

Y les cuento que tengo miedo porque aunque me propongo sanar lo más rápido posible y esforzarme para salir de esta desesperación, la verdad cada día se siente más difícil. Siento como si estuviera en un laberinto en el cual, parece que hay muchas opciones pero ninguna me lleva a la salida y sólo estoy dando vueltas, cansándome más y más, con el sentimiento, además, de que es posible que nunca llegue a la salida. Me repito que todo es temporal y todo cambia y que seguro hallaré el modo de mirar desde arriba el laberinto para ver por dónde sí andar y por donde no. Aunque por ahora sólo me aterra que esta es mi realidad y que quizás lo será por mucho tiempo más.

Este texto es más que sólo una socialización de mis emociones, es también un llamado a la solidaridad y a politizar los malestares, pues sé que no soy la única atravesándolos. Este es también un llamado a la comprensión de que la salud en general y la salud mental, en particular, requieren ser reivindicaciones transversales e interseccionales de nuestras luchas, pues estas son reflejos de los estados de salud comunitaria y personal y nuestros estados de salud son reflejos, a su vez, de la capitalización de nuestros cuerpos, mentes y emociones.

Y pues aquí estamos, con dolor y ejerciendo sin fin el análisis sociológico. Pero estamos acompañadxs. 🙏🏽

Forzando la sonrisa, en un día cualquiera, desde el santuario antiespecista Eli Santuario, en Tepoztlán, Morelos.

 

“La producción masiva de malestar es una condición inherente a la reproducción del capital. Si la opresión y la precariedad son factores estructurales que agravan los padecimientos, la lucha popular por la salud reclama una política anticapitalista, transfeminista, disidente e interseccional.”
(Emiliano Exposto, 2021)

 


* “Ladrones” en masculino, a propósito, porque en mi caso siempre han sido hombres y la estadística no señala casualmente que la mayoría lo son.

 

Referencia:

Comparto citas del valioso texto de Emiliano, no sin antes señalar que es un texto escrito por un hombre blanco cis heteronormativo, además de ser un texto que no incluye una mirada anti sexista ni feminista en su reflexión.

> Exposto, Emiliano (2021), “¿Es posible politizar la anorexia (y nuestra salud mental)?” en lobosuelto.com consultado en agosto de 2022.